lunes, 7 de junio de 2010

Producto “oficial”


Resulta increíble la profusión de camisetas de la selección española que proliferan por doquier, es casi una plaga. Esta mañana he tenido que ir a una consulta médica y en la entrada al ambulatorio había un vendedor ambulante que tenía el repertorio completo de merchandinsing de la selección española. El hombre tenía gorras, bufandas, muñequeras, mecheros, carteras, banderas, camisetas, pulseras y nos os lo perdáis, una cartera porta-preservativos con la bandera y el escudo de España (que digo yo que será para celebrar con la pareja los triunfos de la selección, o las derrotas, que para esas celebraciones tanto da). Tras sortearle y entrar como pude al centro de salud, me encuentro a dos niños de unos siete años, vendiendo papeletas del colegio para el sorteo de “la selección”, cuyos premios consistían en una televisión de plasma para no perderse ningún partido de la roja y un equipamiento completo del uniforme oficial de la selección. No sé muy bien cuántas papeletas habrán colocado pero lo cierto es que la libreta de las participaciones se veía bastante completa.
Una vez estaba esperando mi turno en la consulta apareció un chino vendiendo CDs de música, de entre los que destacaba uno que se titulaba “Las canciones de la selección española" y aunque tuve tentaciones de echarle una ojeada (reconozco que me moría de curiosidad por saber qué canciones contenía. ¿Habría alguna de Georgie Dann? Ya me la imagino: “la selección, la selección, que ya huele a campeón…”) al final decidí dejarlo correr, no fuera a tener problemas con Ramoncín y sus Secuaces (de las SGAE, se sobreentiende). Andaba ensimismado cuando un móvil sonó en la sala de al lado, en condiciones normales no me habría llamado la atención pero en esta ocasión sí, ¿cómo no? Era el himno de España (hemos pasado del himno del Madrid al de España sin ningún tipo de transición, jajajajaja).
Es tal lo acostumbrados que estamos que al final me sorprendió un poco comprobar que el médico no llevaba una corbata de la selección, aunque eso sí, era roja (nunca había visto un médico con una corbata roja, parece un tanto inapropiado).
Una vez terminada la consulta aproveché para pasarme a por pan, no sin antes tener que sortear a unos niños que jugaban al fútbol vestidos todos ellos con camisetas rojas de “La Roja” idénticas a las que vendía el señor del centro de salud. Para atravesar la maraña de niños hube de poner a prueba mis dotes de super-héroe a fin de evitar que me dieran un balonazo en zonas poco recomendables para recibir balonazos y pisar uno de los abundantes recuerdos caninos hábilmente distribuidos por la acera. Por raro que pueda parecer,  conseguí llegar a la panadería sano y salvo, sin recibir balonazo alguno y lo que es mejor, sin pisar ningún recuerdo, y encima sólo tenía dos personas delante, debía ser mi día de suerte.
La alegría duró poco, la primera persona fue relativamente rápida, tan solo tardó cinco minutos en llevarse una simple barra de pan (os prometo que no se llevó absolutamente nada más); aunque lo cortés no quita lo valiente, educada era un rato. La cosa trascurrió poco más o menos así:

- Hola, buenos días.
- Buenos días, ¿qué desea?
- Verá quería una barra de pan.
- ¿De boutique o de panificadora?
- No sé, ¿en qué se diferencian?
- El de boutique es pan caliente que hacemos aquí en horno propio y el de panificadora es pan que nos llega ya hecho desde la panificadora.
- ¿Y qué diferencia hay?
- Es pan diferente, aunque sale un poco más caro nosotros el que más vendemos es el que hacemos aquí, resulta más tierno.
- ¿Y en cuánto sale?
- ¿Cuál? ¿El de boutique…? Sale en sesenta y cinco céntimos.
- ¿Y el de panificadora?
- El de panificadora cincuenta y cinco.
- Pues no sé muy bien, me han encargado una barra pero no me han dicho de cual…
- Cualquiera de los dos es bueno-, aunque el tono que empleó el panadero denotaba que estaba empezando a perder un poco la paciencia-. ¿Cuál le pongo entonces?
- No sé, ¿usted cuál se llevaría?
- Mire, si le parece le pongo una barra de boutique que como ya le he dicho antes resulta bastante más tierno.
- No, si le parece póngame mejor una barra de panificadora que parece estar algo menos quemado.
- Muy bien, ¿algo más?
- No gracias, eso es todo. ¿Cuánto es?
- Cincuenta y cinco céntimos, caballero.
- ¿Sabe qué? Si no le es molestia creo que al final me voy a llevar una barra de las otras, ya que me dice usted que es más tierno…
- ¡Nos está costando decidirnos…! -recalcó con evidentes síntomas de quedarle ya muy poca paciencia-. Pues aquí tiene, son sesenta y cinco céntimos.
- ¿Pero no dijo que eran cincuenta y cinco?
- No señor, cincuenta y cinco céntimos era el de panificadora, el de boutique sale en sesenta y cinco.
- Vale, vale… Aquí tiene. Veinte… treinta… cuarenta… sesenta… sesenta y dos… sesenta y tres… y sesenta y cinco… Justo.
- Gracias.
- Adiós, buenos días.

Yo ya pensaba que lo peor no había pasado, pero como casi siempre: me equivocaba. La otra persona era una mujer obesa de unos treinta y pico, con obsesión compulsiva por el dulce y que no paró hasta agotar casi por completo las existencias de pasteles y bollos de la panadería. Creo que se llevó un kilo de pasteles variados, dos napolitanas de chocolate, una bamba de crema, un donuts que pidió no se lo envolviese, que se lo iría comiendo de camino a casa; un pepito, una aguja de ternera y un paquete de magdalenas artesanas (menos mal que el tío de antes ya se había ido, si llega a ver que había varias clases de magdalenas…). ¡Ah! Y cuatro barras de boutique.
Ya iba a pedir cuando la gorda se vuelve y dice que había olvidado pedir dos bolsas de gusanitos, de las que llevaban cromos del mundial. Y ahí estaba de nuevo la selección. Resulta que la selección española también tiene gusanitos oficiales, ya me los imagino en los descansos de los entrenamientos, tumbados en el césped poniéndose ciegos a gusanitos. En fin, lo típico…
Lo mejor es cuando ya camino de casa observo unas vallas publicitarias en las que la selección también tiene presencia. En una de ellas un conocido comercio que no es tonto nos insta a comprar un televisor de manera que si la selección española gana todo, ellos nos devuelven todo… Junto a este puedo ver otro anuncio que muestra un coche muy cuco y que reza “el coche oficial de la selección española”. Se me escapa la conclusión a la que se supone que debería llegar, aunque imagino que dado que es el coche oficial de la selección española debería desear comprarlo… (¡Las cosas de los publicistas! ¿Qué os puedo decir?). Y por último otro anuncio de un mayorista de viajes, en el que se nos ofrece un viaje a Sudáfrica para apoyar a la selección española por un módico precio de cuatro cifras. Otra cosa que no entiendo, ¿por qué habría de pagar por animar a veintidós millonarios? Pienso que lo lógico sería que nos pagasen ellos a nosotros, ¿no es así?
Y ya confiado, cuando al fin creo haber sobrevivido a la invasión de "seleccionitis", abro el buzón de casa y lo encuentro rebosante de publicidad de “algo” de la selección española. Pero si hasta en el sobre de la correspondencia bancaria encuentro que la selección también tiene banco “oficial”…
Por mi parte y puestos a apoyar algún producto “oficial”, me quedo sin duda con la casa Wonderbra.
En fin, que si no era suficiente con la crisis ahora encima nos toca el mundial, y para colmo me pilla sin camiseta…


Hasta la semana que viene.

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