martes, 18 de octubre de 2011

Las dichosas ITV

Bien, después de unas largas vacaciones bloggeras, aquí estamos de nuevo, estrenando nueva temporada y nuevo look. Para esta nueva temporada a la que hoy doy comienzo, he pensado introducir algunos cambios que ahora os comento.
El cambio más importante, además del estético que ya habéis podido observar, consistirá en la periodicidad de las entradas en el blog. Ya no se producirán cada catorce días como venía siendo habitual hasta ahora, ahora dependerán algo más de la disponibilidad de tiempo que tenga, lo que hará que las entradas se produzcan de manera más azarosa. Así, es posible que pueda darse el caso que una semana tenga dos entradas y que luego no se produzca otra hasta tres semanas más tarde. Sé que a priori esto pueda parecer un paso atrás, pero creedme, ha habido fechas en el pasado en las que me he visto muy agobiado para publicar una entrada en la fecha acordada. De cualquier manera, cada entrada del blog será anunciada de manera inmediata en Facebook, tal como venía siendo costumbre.
A cambio, me he propuesto sacar adelante un pequeño curso de fotografía digital, que espero os sirva para sacar mejores fotografías, al menos desde el punto de vista técnico. Trataré que sea sencillo y procuraré evitar tecnicismos, centrándome de manera especial en señalar las diferencias existentes respecto a la fotografía analógica, de manera que no cometamos los errores que nos llevaría tratar a la fotografía digital como si fuese analógica. En definitiva, que se trata de sacar el mejor partido a nuestras cámaras digitales.
Una vez comentado esto, vayamos al tema del blog de hoy: las dichosas ITV. No voy a negarlo, siempre he tenido una profunda antipatía por la dichosa revisión; es más, solo por el hecho de tener que ir, tiendo a ponerme de una mala leche considerable, aunque por lo que he podido observar debe ser algo bastante más común de lo que me creía.




Como soy perro viejo y escarmentado, llamé unos días antes para pedir cita previa. Aún recuerdo una ocasión en la que me tiré cuatro horas y media para pasar la ITV, lo que quizás sea uno de los motivos por el que ir allí no me hace muy feliz. ¿Qué le vamos a hacer? A otros no les gusta ir al dentista o al ginecólogo...
El día en cuestión ya empezó a torcerse desde bien temprano, en forma de caldera desagradecida. Aunque es cierto que ya en alguna otra ocasión la caldera perdió presión y no funcionaba, también lo es que nunca lo había hecho en mitad de una ducha. Me la jugó pero bien y es que estaba en lo mejor de la ducha, disfrutando de un buen chorro de agua bien caliente cuando de repente, sin aviso previo ni declaración de guerra alguna por su parte, empezó a salir el agua más fría que podáis imaginaros. Fue tal la impresión que no pude reaccionar, me quedé totalmente paralizado y lo único que acerté a hacer, fue lanzar un alarido descomunal que seguro sirvió para despertar a más de un vecino. No pude ni cerrar el grifo, lo único que recuerdo es que me lancé fuera de la bañera, tropezando y golpeándome con todo aquello que se interpuso en mi camino, tal era mi ansia por apartarme de aquél chorro inmisericorde, que puse todo perdido de agua y jabón.
Tras arreglar el estropicio y aún con el frío metido en los huesos, decidí darme un homenaje alimentario y hacerme mi desayuno favorito: un buen café calentito y humeante con un par de buenas rebanadas de pan con mantequilla y mermelada. No servirían para hacerme olvidar el mal rato pasado, pero al menos serviría para sacudirme el frío y reconfortarme el espíritu.
Cosas que pasan, el destino volvió a jugarme una mala pasada y quiso que, mientras terminaba de adecentar el cuarto de baño, me olvidase totalmente del pan que había puesto en la tostadora. Resultado: una ligera intoxicación por humo y un par de rebanadas de pan totalmente carbonizadas. Intenté rasparlas un poco y devolverlas a la vida, pero fue inútil, no me quedó otra que certificar su defunción a las 07:15 horas de la mañana. Así las cosas, hubo que recurrir al plan B y conformarme con mis habituales galletas mojadas en un rico, humeante y oloroso café recién hecho, eso sí, caliente. Siempre he odiado mojar galletas en leche caliente, se convierten en una masa blanda y sin textura, puagggg...


Afortunadamente ya no sucedieron más percances domésticos porque de haber seguido así, no quiero ni pensar la que podría haber armado anudándome los zapatos o poniéndome el reloj. Y cómo entre pitos y flautas llevaba ya casi media hora sin que me sucediese nada y claro, eso no podía ser, volvimos a caer de lleno en las incidencias y sucedió que la moto no arrancó. Y lo malo no era que no arrancase, lo malo es que no hacía intención alguna de hacerlo, lo que sirvió para que empezase a hacer lo que solemos hacer los hombres en estos casos: empecé a hablar pacientemente con la moto. Venga, no puedes hacerme esto a mí, que ya sabes que eres mi ojito derecho y que pensaba llevarte a lavar hoy mismo... En fin, que además de jodona, me salió sorda. Ni caso que me hizo, así que no me quedó otra que empezar a empujar. Empujé, empujé y cuando ya no podía casi ni con mi alma, seguí empujando, pero nada, no había nada que hacer, aquello estaba bien muerto. Jadeante, agotado y empapado como un pollo, decidí darme cinco minutos, quitarme casi la totalidad de lo que llevaba encima y descansar cinco minutos antes de empezar a darme cabezazos contra la pared.
Ya más sereno, volví a la carga y al fin tuve suerte y al cuarto intento (ya no daba para muchos más), la moto gruñó perezosamente y al fin arrancó. Abrí el estárter a tope y salí escopetado hacia la ITV, mientras en mi cabeza resonaba con fuerza una frase: "por Dios, que no se me cale".
Con veinte minutos de retraso llegué al fin a la ITV, me encomendé a toda la corte celestial de angelitos y apagué el motor al tiempo que me intentaba auto convencer con un "no te preocupes, si seguro que ya habrá cargado la batería".
Me dirigí a recepción de vehículos, entregué la Ficha Técnica y el permiso de Circulación, y justo cuando me encontraba buscando la cartera para poder pagar, me espetó la chica de la recepción:
-¿La moto es tuya?
-Sí, es mía -le contesté-. ¿Hay algún problema?
-Pues sí. Sucede que la Ficha Técnica, en la parte en la que dobla, ha perdido un dato y así puede pasar la ITV.
-Genial. ¿Y qué hago entonces...? ¿No puedo pasar la ITV?
-No te preocupes, nosotros podemos tramitarte una Ficha desde aquí, lo único que tendrás que abonarla y que tardará un ratito.
Siempre cuando alguien dice "un ratito" me echo a temblar; es que no falla, si te dicen eso es que la cosa va a demorarse "un ratazo".
-Pues nada, no parece haber muchas opciones. Adelante.
Tuve suerte, "el ratito" solo demoró tres cuartos de hora y no me quejo, que podía haber sido peor. Pensad que en ese tiempo la chica tuvo que introducir mi número de DNI en un ordenador y hacer dos fotocopias, una de la Ficha Técnica y otra del DNI, imaginaros si hubiese tenido que meter más datos o hacer más fotocopias... A ver si recuerdo nominarles para el Guinness, la chica no se merece menos.
Tras pagar, recogí la fotocopia de la Ficha Técnica y me dirigí a la cola de las motos que estaban esperando pasar la revisión. Cinco delante, no estaba mal; por cierto, que no sé muy bien para qué sirve lo de pedir cita, te chupas la misma cola que si no la pidieses. Menos mal que la espera fue amenizada por una chica joven que estuvo a punto de meter por dos veces consecutivas el coche en el foso (otro record para Guinness, aquí el tío hacía el agosto). Lástima no haberme dado cuenta antes, de haber estado más espabilado lo habría filmado en vídeo y ahora podríais echaros unas risas con el mismo. No solo era la situación en sí, es que resultaba divertidísimo observar a esa mujer conducir, qué gracia con el manejo del volante que tenía la tía, todas las maniobras las hacía al revés. Un crack la tía. Al final el hombre que la atendía, que sí que se le veía avispado (no como el que me tocó en suerte a mí), evitó con un grito de "tate quieta coño ya, ¿es que no ves que te vas a meter en el foooooooso?" (es textual, lo juro), lo que hubiese sido una pequeña tragedia. Más o menos pudo pasar algo como el vídeo que tenéis a continuación, pero en mucho más despacio.




Y volviendo a lo mío, al fin, una hora más tarde llegó el momento de la verdad: me tocaba. Introduje la llave en el contacto al tiempo que me encomendaba a San Tadeo, como no arranques yo me meo, pero ocurrió lo que tanto me temía: Tadeo no intercedió y la moto no arrancó. Pero es que mucho peor que por la mañana, apretaba el interruptor de arranque y por no hacer, no hacía ni intento. La nada más absoluta.
Levanté la vista y le sonreí al muchacho con una de esas sonrisas de "no pasa nada, está traviesilla la jodía pero esto lo arreglo yo enseguida". Volví a girar la llave, pulsé de nuevo el interruptor de arranque y nada, Tadeo seguía sin aparecer. Una vez más, decidí aparentar seguridad absoluta y volví a hacer un gesto al muchacho de la ITV, trasladándole un "jajajaja, que jodía la moto, no pasa nada, si McGiver y yo prácticamente nos criamos juntos". El resultado en esta ocasión fue algo diferente; anteriormente no ocurrió nada y ahora no ocurrió nada de nada. No quedaba otra más que empujar, así que como persona experimentada que era, me despojé de todo aquello que podía ser prescindible para tan noble tarea y me dispuse de nuevo a hacer un poco de ejercicio.
Lo cierto es que la gente que esperaba su turno, debió disfrutar lo que no está escrito. pocas veces han debido coincidir dos elementos tan peculiares en una ITV, la meteenfoso y el empujaburras. Al menos a mí no me gritó el de la ITV algo del estilo "tate quieto coño ya, ¿no ves que así no vas a arrancar la moto?"
A los cinco minutos de ir ITV para arriba, ITV para abajo, dos chicos se ofrecieron a ayudarme, pero como siempre he ido un poco de sobradillo y aún me quedaba algo de fuerza, decliné amablemente su ofrecimiento con un "no creo que sea necesario, ya está a punto casi". Otra frase que vista así, tiene su miga, la verdad.
Como quiera que la moto continuaba sin hacer amago alguno de arrancar y que los chicos no eran rencorosos, cuando me vieron a punto de ponerme a llorar de impotencia, empapado en sudor y totalmente exhausto, vinieron a empujarme. Aquello era otra cosa, estaban fuertes los jodíos, qué manera de empujar; si con aquello no arrancaba, no arrancaba con nada. Efectivamente, así fue, no arrancó con nada porque la moto no hizo ni la más mínima intención de hacerlo, era igual que si intentase arrancar un despertador.
Así las cosas, con el ánimo por los suelos y la desesperanza por las nubes, decidí echar la moto a un lado y llamar al seguro, a ver qué solución tenía el entuerto. Antes de llamar fui a dar las gracias a los dos hombres que me habían ayudado tan generosamente y de vuelta a la moto, Tadeo al fin escuchó y contestó a mis plegarias susurrándome un: "¿No tendrás mal puesto el contacto?"
Pues sí, así era, el contacto no estaba en la posición correcta, de manera que podría haber estado intentándolo durante años con el mismo resultado: nada de nada de nada. Fue poner la llave en la posición correcta y el motor rugió potente y salvaje, si estaba deseando el tío. Nunca olvidaré la expresión incrédula de los dos chicos que me habían ayudado, sus caras eran un poema. Ante tan incómoda situación solo me quedó obsequiarles con mi mejor sonrisa, levantar el pulgar en señal de victoria y gritarles un "¡qué cosas! ¿Verdad?"
Ya os adelanté antes, que el destino aún no se había divertido lo bastante a mi costa, así que me dio una palmadita en la espalda y me dijo: "ahí tienes, chavalote, te tocó el especial de la ITV, disfrútalo".
Para no alargar mucho el blog, lo resumiré diciendo que estuve casi otra hora pasando la ITV, con eso os digo todo. Lo comprobaba todo, lo que me parece que está muy bien; lo que no estaba bien es que lo comprobase no menos de diez veces, si lo único que le faltó fue despiezarme la moto... Y llegó la comprobación de los neumáticos, algo sencillo para una persona normal, pero no para un obseso sexual compulsivo con fijación fetichista por los neumáticos. Me hubiese gustado que algún incrédulo hubiese estado allí conmigo; os prometo que los comprobó no menos de veinte veces... Venía, los miraba, anotaba las referencias de los mismos, se iba al ordenador, volvía de nuevo, volvía a mirar los neumáticos, volvía a anotar las referencias y volvía a irse al ordenador. Así una y otra vez, en un bucle que me temía sería infinito, iba a envejecer y a morir en aquella ITV, no había escapatoria posible.
No entendía nada, los neumáticos eran nuevos, los había cambiado hacía muy poco y las referencias se leían a la perfección; no entendía qué es lo que podía mirar una y otra vez, pero fuera lo que fuese, parecía complacido con ello...
Media hora más tarde, cuando pareció superar el fetichismo por los neumáticos, se afanó en buscar "algo" en la moto. A los diez minutos y fruto ya de la impaciencia al ver que el "algo" no aparecía, le comenté que si podía ayudarle en algo, que me esperaban al día siguiente para comer y que no me gustaría llegar tarde. ´Como no pareció tener sentido del humor, cabía en lo posible que fuese de Valladolid, le pregunté sin bromas sobre qué buscaba con tanto afán, a lo que me contestó que la moto debería tener una chapita en la que se especificaba los decibelios que producía del motor. Tuvo que resultar divertido vernos a los dos buscando la chapita; de hecho, se nos acercó una persona y nos preguntó que si habíamos perdido una lentilla. El muchacho de la ITV le miró con desdén y continuó a lo suyo, por lo que no me quedó otro que contestarlo yo, comentándolo que no, que buscábamos una chapita secreta que los de Yamaha decidieron esconder en algún lugar inaccesible de la moto. El caso es que aquella búsqueda dio sus frutos y descubrí un mundo de piezas y recodos que nunca pensé que tenía la moto. Conseguí encontrar además tres o cuatro chapitas diminutas, pero no tuve suerte, no era ninguna de ellas.
-La chapa que estamos buscando debería ser más grande.
-¿No será la chapa enorme que está en la horquilla?"-le contesté, al tiempo que señalaba una chapa gigante a la que solo le faltaban luces de neón para hacerla más visible.
-¡Ah, sí, esa es! Jejejejejejeje.
Ahora sí parecía tener humor el jodío, mira tú. No se rió con ninguna de mis bromas y ahora le hacía gracia no haber visto antes la chapa de neón. Era el colmo, el tío era tonto y encima lo celebraba, hay que fastidiarse.
El caso es que sirvió de poco, porque a los cinco minutos, tras volver del ordenador me comenta:
-¿Dónde tiene el cuentarrevoluciones esta moto?
-No tiene.
-¡Ah, pues espera que avise a un compañero porque sin cuentarrevoluciones no sé cómo puedo hacer entonces la revisión del sonido?
-Pues no te sé decir, pero lo cierto es que esta no es la primera ITV que pasa. -Ahora sí me estaba empezando a cabrear de verdad. Y no me quejo, que al final tuve suerte y a los quince minutos apareció el supuesto compañero al que había traspasado mi expediente, y lo mejor fue que llegó, me firmó la hoja de la inspección y se marchó. Ni prueba de sonido ni leches, lo que os dije, me tocó el espabilado.
Casi una hora y cuarto en pasar una inspección que en otras ocasiones había pasado en cinco minutos de reloj. Y el remate fue que me tocó esperar otros tres cuartos de hora para que me imprimiesen la nueva Ficha Técnica, lo cual resulta congruente habida cuenta de lo que tardaron anteriormente en hacer dos tristes fotocopias.
En fin, que lo de la ITV es una lotería y ya lo dijo el ilustre Quevedo, nada es verdad ni mentira, depende del color del cristal con que se mira... y de la persona que mira, añadiría yo, porque como os toque el mismo que me tocó a mi, apañados vais, compañeros.
Nos vemos en breve con la primera parte del curso de fotografía.