lunes, 22 de noviembre de 2010

Las dichosas apariencias

Resulta penoso observar el gusto que muestran ciertas personas por llevar a la práctica eso tan humano de aparentar, llegándose a convertir en muchos casos en toda una forma de vida. Entiendo que aparentar consiste en dar a entender que se es lo que no se es, que existe lo que no existe o que se tiene lo que no se tiene; así las cosas, si nos paramos a analizar la cantidad de tiempo y esfuerzo que exige aparentar, es fácil concluir que de invertir todo ese tiempo y esfuerzo en fines más racionales, podríamos mejorar nuestra calidad de vida, aunque solo fuese porque rebajaríamos de manera notable nuestro nivel de estrés... Y la pregunta surge sola, ¿tanto lío y esfuerzo merecerá realmente la pena?
En mi modesta opinión creo que aparentar por el puro placer de aparentar, no merece la pena en absoluto; otra cosa es aparentar cuando se persigue un fin concreto, cuestión sobre la que me extenderé más adelante. En mi caso concreto ya tengo bastantes ocupaciones tontas como para procurarme una más todavía...
Por desgracia para mi, a lo largo de mi vida he tenido el infortunio de tropezarme con algunos "SUSANA" (Seres hUmanos Sin Actividad Neuronal Aparente), que además de crisparme los nervios con sus comentarios estúpidos, me han ayudado a desarrollar otra de mis teorías, concretamente la "teoría de la inversión evolutiva" que propone que cuanto más alejado se encuentre un individuo de la parte superior de la pirámide evolutiva, mayor será la necesidad de éste por aparentar que está más cerca. Es decir, que cuanto más primario sea un individuo y menor actividad cognitiva y cerebral desarrolle, más necesitará aparentar lo contrario.
Los frecuentes contactos que he mantenido con estos individuos me han hecho observar que existen diferencias notables entre este tipo de individuos, lo que permite englobarles en dos subgrupos bien diferenciados:
  • Grupo Lomana: Llamado así en honor al representante más destacado de la misma. Este grupo se encuentra situado en la base de la pirámide evolutiva, compartiendo nicho con amebas, trilobites y algunas especies de babosas. Algunos científicos también han definido a este grupo como "grupo patata", dado que los individuos que lo componen no muestran ningún tipo de actividad cerebral compleja, de ahí viene lo de "patata". No se aconseja intentar conversar con ellos, es imposible seguirles: sus frases resultan incomprensibles, la estructura gramatical es chirriante y los conceptos son cuanto menos, ilógicos e irracionales. Parecen  tener una única ocupación: aparentar... Realmente es un grupo muy difícil de digerir y es recomendable evitarlo en lo posible. Aviso a navegantes: nunca menciones los años que aparentan, puede tener consecuencias imprevisibles...
  • Grupo Obregón: Están situados un escalafón por encima del grupo Lomana y se diferencian de estos en que muestran una actividad cerebral básica, lo que les permite hacer de cuando en cuando alguna apreciación con cierta gracia. Conviene evitarlos también en lo posible, aunque en números reducidos, amenizan ciertas reuniones festivas. Como nota al margen conviene comentar que no es recomendable darles alimentos picantes ni hablar de botox en su presencia.
Una de las frases que más huella me dejó, me la dijo siendo yo muy joven, una mujer bastante entrada en años, en arrugas y en joyas, que sin venir a cuento (o al menos eso creo yo) y como la cosa más natural del mundo me espetó: “…pues te digo una cosa, Juanin, en mi casa muchos días no tenemos para cenar, pero lo que nunca ha faltado es un buen perfume francés para oler bien, porque oler bien es lo que nos diferencia de las bestias, que lo sepas...”. Y se quedó tan ancha la cacatúa, perdón, quise decir la señora. Lo que no puedo negar es que la cosa no debía irle tan mal porque la mujer aparentaba cien años y allí seguía, tan bienoliente y delgadita...
Quisiera también hablaros de los padres del que por aquella época era mi mejor amigo, Pepín. En esto caso y por fortuna para mi amigo, la familia tenía bien surtida la nevera, aunque eso sí, seguramente no olían tan bien como la Sra. Cacatúa; a ellos les dio por otra cosa bien distinta, la que definiremos como el síndrome del "salón piso piloto" y que consistía en dedicar a la cultura la estancia más importante de la casa: el salón. Dicha patología les llevó a sacrificar el salón y convertirlo en una especia de altar-museo, cuya única finalidad era mostrarlo y deslumbrar a las visitas, y llegado el caso, si la visita era de muy alto rango, servir de marco incomparable para la cena de Nochebuena, que era el único día al año que el salón-piloto podía ser mancillado. Como quiera que el piso era muy pequeño y que consistía en tres pequeños dormitorios, el salón-piloto, la cocina y un minúsculo baño, decidieron tener tres varones, que quieras que no, se entretienen en el baño bastante menos. Así las cosas, decidieron colocar a dos de ellos en el dormitorio más grande (en cualquiera de los otros dos no hubiesen cogido), quedarse los padres con el mediano (cogía la cama de matrimonio y poco más) y utilizar el más pequeño como comedor de uso cotidiano, de manera que le colocaron un pequeño sofá-cama, una mesa redonda diminuta, un mueble para la tele y tres sillas plegables. Dado que el único momento es que estaban todos juntos era a la hora de comer y cenar, lo tenían todo milimétricamente previsto; el padre se sentaba en el sofá junto al hermano mayor, y en las tres banquetas plegables se sentaban la madre, el hermano pequeño y mi amigo, por este orden. No puedo imaginarme como comían porque cinco platos normales no cogían en aquella mini mesa, doy por hecho que comerían en platos de postre y repetirían unas cuantas veces porque lo que resultaba innegable a cualquier observador, era que bien criados estaban... Ni que decir tiene que lo de ver la tele en familia era inviable, se colocasen como se colocasen, sobraba un hijo. A mi amigo y a mí aquello nos vino de perlas; fue la excusa perfecta para que Pepín y yo estuviésemos siempre en mi casa o en la calle. Hasta aquí todo hubiese sido más o menos normal, el problema radicaba en que los padres le tenían una gran aficción a la televisión, de manera que jamás se iban a la cama hasta que terminaba la emisión, sin olvidar escuchar el correspondiente himno nacional al completo. Eso implicaba que el pobre Pepín se dormía por todas partes, de hecho no había día que no se quedase dormido en el clase, lo cual era un problema porque los curas que impartían las clases tenían muy poca tolerancia para con esas cosas...
Otra señora que destacaba en eso de aparentar era la "loca del perro". Era una señora viuda, que debió darle el pecho a Matusalén y que tenía la costumbre (o necesidad, según supe más tarde) de hurgar todas las noches en las bolsas de basura y hacerlo además en zapatillas floreadas, bata de guatiné y rulos, cosa que contrastaba con el primoroso aspecto que lucía en cambio cada mañana. Se rumoreaba que las cosas rapiñadas en sus cacerías nocturnas le servían para completar su dieta, ya que con la escasa pensión de viudedad que tenía, la mujer no tenía ni para pipas. La cuestión es que fuere como fuese, cada mañana amanecía repleta de joyas y de maquillaje (el dineral que se tenía que dejar esa mujer en maquillaje y pintalabios...), con su perrito pequinés bajo el brazo. Como anécdota curiosa comentaros que jamás observé que nunca vi caminar a aquel perro, es más, nunca vi las patas a aquel bicho, podía no tener patas y jamás nos hubiésemos enterado. Volviendo a la señora, la cosa era que quizás no tuviese para comer por culpa de la escasa pensión, pero puedo aseguraros que todos los domingos y fiestas de guardar, la mujer acudía a misa de doce para acto seguido ir al bar de Emilio con su Casimiro (así se llamaba el perro-engendro ese) y pedir lo de siempre, un mosto para ella y una ración de gambas a la plancha para el perro. Sí, habéis leído bien, ella no cataba ni una gamba (quizás fuese alérgica al marisco, que sé yo), todas se las daba al jodío Casimiro, que se relamía glotonamente tras cada pequeño bocado. ¿Qué decir de la pobre mujer? Así estuvo un par de años más hasta que falleció de inanición creo, intentaron hacerle la prueba del carbono 14 pero al final se traspapeló un papel y no pudieron hacérsela...
Uno de los pocos comentarios que me arrancaron una sonora carcajada fue realizado por una conocida cuya peculiaridad era que tenía obsesión por los abrigos de visón. Entre su pequeño sueldo de dependienta y un par de créditos que solicitó, logró comprarse un par de abrigos que lucía con garbo y orgullo cuando iba al cine con su novio de toda la vida. Hablando un día del tema de las apariencias, le preguntamos que cómo era que en vez de ahorrar para comprarse un piso e independizarse, se gastase un fortunón en dos abrigos de visón, que a la postre tenían la misma utilidad que un buen plumas por ejemplo. A la atrevida pregunta nos respondió que ella se compraba abrigos de visón porque era ecologista, a lo que añadió que como bien sabríamos la piel era un producto natural y biodegradable, mientras que las pieles sintéticas o el nailon de los plumas, no lo eran. Nos dio tal ataque de risa que no tuvimos fuerzas para contestar aquél argumento.
También recuerdo a la vecina del quinto, una gorda obsesa de la limpieza y la pulcritud, que explotó a su pobre marido, un señor encantador que siempre nos saludaba y nos contaba chistes, y que trabajaba de taxista dieciséis horas al día para pagar los desvaríos de su señora. Imaginaos lo pavo real que se debía sentir aquella mujer teniendo asistenta, lavavajillas y un abrigo de piel en una barriada del extrarradio de Madrid, debía ser "la más"... Con el tiempo el pobre hombre reventó (imagino que por no seguir aguantando a aquella mujer), de manera que la gorda obsesa, la asistenta y el abrigo de piel desaparecieron, no volvimos a saber nada de ellos...
Recuerdo también a los Cuenca, un matrimonio que subsistía a base de préstamos familiares, créditos bancarios, rehipotecas y refinanciaciones, aunque eso sí, iban en coche a todas partes (cada uno en el suyo, por supuesto) y los hijos iban a uno de los colegios más megaexclusivos de Madrid (haciendo énfasis en lo de "mega", según lo decían ellos). Al final lo de los hijos no fue una idea tan descabellada, porque uno de ellos se hizo un brillante abogado y pleiteó para evitar que a sus padres les metiesen en la cárcel, donde les quisieron meter cuando no quedaron cosas por embargar y aún no se habían cubierto las deudas. Una de las joyas con las que amenizaban las reuniones era afirmar que cómo iban a ir ellos en transporte público a trabajar, que eso estaba todo lleno de obreros e inmigrantes. Sin comentarios...
Lo que os voy a contar ahora os va a sonar a broma, pero os prometo que sucedió tal cual os cuento. Hace unos años estaba tomándome una copa con un amigo en una terracita cuando aparcó el típico capullo con gafas y un BMW descapotable, acelerando de manera ostentosa para que todos se fijasen que acababa de llegar. El cachondeo fue cuando el capullo se bajó de su BMW, ¿o debería decir capullín? Porque el fulano debía medir 1,60 y además era feo con avaricia, el equivalente a Rosi de Palma en hombre, para que os hagáis una idea. El caso es que se acercó a dos chicas monísimas con bolsos Loewe de mercadillo que estaban en la mesa contigua a la nuestra y les dijo: "Hola, me llamo Albert y ese es mi coche, ¿os apetece venir a daros una vuelta conmigo, tengo un equipo Pionner que suena de la leche?" Y lo flipante es que las dos chicas, que repito eran monísimas, entre risas y bromas se fueron con él sin pensárselo, ¡¡alucinante!! Ver para creer...
Claro, que hay casos en los que aparentar no solo está plenamente justificado, sino que además es absolutamente necesario. Imaginaos si en una entrevista de trabajo no intentásemos aparentar que somos la leche:

- ¿Alberto Pérez?
- Sí, soy yo.
- Adelante, siéntese por favor. Me llamo Carlos Arrepantxena y soy el director de expansión de la empresa. Permítame que eche un vistazo a su currículo... Uhmmm, según veo estudió en la Complutense...
- Sí, efectivamente, me costó doce años acabar la carrera pero al final lo conseguí.
-¿Doce años dice?
- Sí, doce y gracias a que copié como un descosido.
- Bueno, al menos imagino que le habrá servido para asentar conceptos.
- No se crea, ya le digo que copié a mansalva y además no tengo nada de memoria, será por los botellones que he hecho.
- ¿Qué pasa? ¿Ha hecho muchos botellones...?
- No, lo normal, cuatro a la semana, desde los trece años...
- Bueno, dejemos esto y vayamos a otra cosa. ¿Alguna práctica durante la carrera?
- No, ninguna. Jamás he trabajado, me he escaqueado con éxito siempre, tengo un sexto sentido para eso, en cuanto detecto que me puede caer curro, desaparezco sin dejar rastro, como si nunca hubiese existido...
- Ya veo, ya veo... Y dígame, ¿por qué nos envió el currículo?¿Conocía nuestra empresa?
- No, que va, no la había oído jamás. Pero vamos si la suya ni ninguna otra, yo sólo leo prensa deportiva y en cuanto me sacan de ahí...
- ¿Y entonces cómo fue...?
- Envió el currículo mi tío, que es un crack para estas cosas.
- ¿Idiomas? Veo que habla de manera fluida el inglés y el alemán...
- ¿Quién? ¿Yo? Se habrá equivocado mi tío, yo no hablo nada más que español y no se crea que muy bien, según me dicen tengo un montón de faltas, pero no es problema, sé manejar Word y como lleva corrector ortográfico...
- ¿Y qué expectativas salariales tiene?
- Pues todas, las tengo todas. Espero tener un buen puesto acorde con mi capacidad, que no haya que madrugar mucho y que me permita tener un sueldo europeo, tres o cuatro mil euros más o menos..., brutos, eso sí.
- Pues muy bien, Alberto, no se apure que ya intentaremos encontrarle algo. Cuando lo encontremos ya le avisaremos, no se preocupe, tenemos su teléfono...
- Perfecto, pues muchas gracias, señor Arrapena, esperaré su llamada. Si no le importa llámeme preferiblemente por las tardes, que como me acuesto tarde no suelo madrugar demasiado...

Con este ejemplo queda claro que para las entrevistas de trabajo es conveniente adornar un poco las cosas y aparentar que estamos mucho más cualificados de lo que en realidad estamos, estas cosas funcionan así. Vaaaaaaaaaaale, tenéis razón, ¿quién no ha echado alguna mentirijilla en el noble campo del amor? ¿Quién dijo que ligar era fácil...?
No quería despedir el blog sin mencionar otra frase que me llegó al alma. Me la dijo una conocida que acaba de encontrar al enésimo amor de su vida y la conversación fue más o menos así: "Pues sí, estoy encantada, llevo unas semanas saliendo con Carlos, es arquitecto..." Me resultó curiosa aquella manera de describir a su nuevo novio, me quedé con la duda de si de haber sido basurero municipal, me hubiera dicho: "Pues sí, estoy encantada, llevo un par de semanas saliendo con Carlos, es basurero municipal..." En fin, cosas de las apariencias...

Nos vemos en dos semanas, que la fuerza y las apariencias os acompañen.

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